Museo de postales

Rincón de la memoria postal

Sobre lo público y lo privado en las postales y las cartas

En una época de comunicación instantánea y digital, en la que cada persona tiene una pequeña ventana virtual privada al resto del mundo, cabe reivindicar la existencia un tiempo en el dábamos la total confianza a las compañías públicas de correos (a diferencia de la actualidad que, mayoritariamente, cedemos nuestros mensajes y envíos a compañías privadas como Google o Facebook). ¿Dónde queda lo público y lo privado?

Las postales, como ya hemos visto en otros artículos, se han convertido en un artículo romántico de las cuales valoramos su materialidad frente a lo efímero de lo virtual. Es aquí cuando ponemos de manifiesto una fascinante dicotomía que se ha producido desde la aparición de las postales en el siglo XIX: el contraste entre lo público y lo privado en el mundo de las postales.

Lo público en las postales: un mensaje a la vista de todos

Pongámonos en situación. Cuando enviamos una postal, estamos compartiendo un pedazo de nuestro viaje o experiencia con un destinatario. Ahora bien, la característica más distintiva de las postales es su naturaleza pública. Por un lado del cartón, la imagen decorativa habla de un paisaje, de una inspiración que deseamos que influya en la primera impresión del receptor. Por el otro lado, el mensaje manuscrito queda visible para todos, desde el cartero hasta quienes la manejan antes de llegar a su destino. Cuando escribimos un mensaje, sabemos que otros pueden leerlo, y a menudo, ese mensaje está destinado a más de un receptor: familiares, amigos o incluso desconocidos que podrían encontrar la postal perdida en algún rincón del mundo.

Como remitentes, tomamos la decisión de ceder esa privacidad en pro de la estética. Un sello pegado, un matasellos con el origen y la fecha en la misma superficie que el mensaje… desde un punto de vista artístico y afectivo, estos elementos enriquecen la experiencia de los intervinientes y la connotación del objeto en sí. También, nos ayuda a los «desconocidos» que coleccionamos postales antiguas que caen en nuestras manos, por herencia o por compra, a identificar las postales correctamente, pues mantienen la unidad a través de los años.

Además, esta particularidad pública de la postal influye en el tipo de mensaje que vamos a compartir. Frente a la profundización e intimidad de las cartas, que veremos a continuación, los textos de las postales son directos y están influidos por su publicidad. Por eso, en muchos casos se recurre a la entrega en mano (como las tarjetas de cumpleaños, especialmente) o a enviarlo dentro de un sobre a modo de carta.

Lo privado: La carta y su secreto compartido

En contraste a lo anterior, tenemos la carta. Un sobre, que consideramos un simple trozo de papel, protege la privacidad del mensaje como un escudo al exterior. Al fin y al cabo, la carta es la elección acertada cuando deseamos comunicarnos de manera más íntima, compartir pensamientos personales o revelar secretos que no deseamos que nadie más conozca. La carta es un medio para comunicaciones más exclusivas.

¿Quién no ha respirado aliviada o aliviado al recibir una carta en casa y que llegue a ti totalmente cerrada, sorteando a cualquier familiar que la han recogido y manteniendo nuestra privacidad? Este aspecto, en la actualidad puede ser comparar a la encriptación en la mensajería digital: el sobre puede compararse con el cifrado en origen y el momento de ser abierto por parte del receptor con su descifrado (sin las miles de sensaciones extra, en el caso de las cartas).

Desde el sello de cera para bloquear el contenido, al adhesivo de saliva o el de pegamento, el cerrojo en la solapa evita descubrir el mensaje de manera indiscreta. Fijando el destinatario en el sobre o en el papel del texto, aseguramos a cualquier extraño quién es la persona a la que va dirigida.

Además, este medio permite incluir otros objetos como fotografías, pequeños objetos como monedas, colgantes, flores o todo tipo de elemento que adornen la carta que, con el tiempo, abandonan la unidad del envío. Todo ello queda dentro del sobre y la única manera para percatarse de su presencia es a través del tacto de los intermediarios, sin definir de qué se trata.

El Encanto de la dicotomía

La dicotomía entre lo público y lo privado en las postales agrega una capa adicional a su encanto. Cada vez que enviamos una postal, estamos participando en una forma única de comunicación que combina lo duradero y lo público.

En resumen, las postales, con su naturaleza pública y mensajes visibles, ofrecen una experiencia de comunicación única en contraste con la privacidad y el secreto de las cartas. Esta bifurcación enriquece nuestra comprensión de la comunicación escrita y nos recuerda que, en un mundo cada vez más digital, aún hay belleza en lo tangible y lo compartido.

Sigue descubriendo las diferencias entre postal y carta en el artículo del enlace.

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